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La dinastía Ming, (chino: 明朝) oficialmente Gran Ming (chino: 大明, Wade-Giles: Ta Ming, pinyin: Dà Míng) fue la penúltima dinastía de China, que gobernó entre los años 1368 y 1644, tras la caída de la dinastía mongol Yuan.
Algunos historiadores describen a los Ming como “una de las mayores eras de gobierno disciplinado y estabilidad social de la historia humana”.[3] Fue la última dinastía en China gobernada por la etnia han. Aunque Pekín, la capital Ming, cayó en 1644 en una rebelión liderada por Li Zicheng (quien estableció la dinastía Shun, que fue rápidamente sustituida por la dinastía Qing, de origen manchú), sobrevivieron hasta 1662 algunos regímenes leales al trono Ming, conocidos comúnmente como los Ming del Sur.
Bajo el gobierno de los Ming se construyó una vasta flota y un extenso ejército permanente de un millón de efectivos.[4] Aunque ya se habían llevado a cabo expediciones comerciales y diplomáticas desde China en periodos anteriores, la flota tributaria del almirante eunuco musulmán Zheng He durante el siglo XV superó a todas las demás en tamaño. Se realizaron numerosos proyectos de construcción, incluyendo el Gran Canal, la Gran Muralla y la fundación de la Ciudad Prohibida en Pekín durante el primer cuarto del siglo XV. Se estima que la población a finales del reinado de los Ming era de entre 160 y 200 millones de personas.[5]
El emperador Hongwu, que reinó entre 1368 y 1398, intentó crear una sociedad de comunidades rurales autosuficientes en un sistema rígido e inmóvil que no necesitasen involucrarse en la vida comercial de los centros urbanos. Su reconstrucción de la base agrícola china y la mejora de las vías de comunicación a través de un sistema de caminos militarizados tuvo el efecto inesperado de generar un gran excedente agrícola que pudo ser vendido en florecientes mercados cercanos a las vías de comunicación. La cultura rural y comercial recibió la influencia de las modas urbanas. Los escalones más altos de la sociedad, equiparados a la baja nobleza, se vieron igualmente afectados por esta nueva cultura centrada en el consumo. Alejándose de las tradiciones, las familias comerciantes comenzaron a integrarse en el seno de la administración y de la burocracia y adoptaron los rasgos culturales y las prácticas de la nobleza. Paralelo a esta evolución de la sociedad y del comercio, hubo cambios en el pensamiento filosófico, las instituciones gubernamentales y en las artes y la literatura.
Hacia el siglo XVI, la economía Ming se estimuló por el comercio con los portugueses, los somalíes, los españoles y los neerlandeses. China se vio envuelta en un incipiente comercio global de materiales, plantas, animales, comida y grano conocido como comercio colombino. El comercio con las potencias europeas y Japón trajo enormes cantidades de plata, lo que sustituyó al cobre y al papel moneda como el medio común de intercambio en China. Durante las últimas décadas de los Ming, el flujo de plata en China disminuyó en gran medida, minando las arcas estatales. Este daño a la economía Ming tuvo varios factores: los efectos en la agricultura de la Pequeña Edad de Hielo, desastres naturales y epidemias. El consiguiente desgaste de las autoridades y la escasez de sustento permitieron a los líderes rebeldes como Li Zicheng desafiar la autoridad de los Ming.